domingo, 14 de febrero de 2010

El último mono ke cierre la puerta

A petición del Sr. Gárgola os dejo este dibujo que significa mucho para mi, ya que ilustró la portada del nº 1 del fanzine "El último mono ke cierre la puerta". ¿Por qué es especial para mi?, pues simplemente porque fue mi comienzo en esto de los fanzines y lo recuerdo con mucho cariño ya que fue realizado con pocos o casi ningún medio, unos cuantos folios y grapas y mucha ilusión durante mi época de Instituto. Ahí va eso...



Jevi Cálico

Esta es mi propia versión de Cálico Electrónico. Espero que os guste...


Ante una puerta

Estos dos dibujos en forma de cómic sirvieron para ilustrar un relato corto de Alberto López Aroca titulado "Ante una puerta" en el que cuenta el encuentro del Doctor Martin Hesselius con el profesor Otto Lindenbrock y las andanzas de este último en su descenso al inframundo. Al igual que la anterior ilustración estas dos fueron publicadas en el nº 1 de "Tomar café".
Aquí os pongo el texto integro de la obra tal como apareció en la revista junto con sus dos dibujos.

ANTE UNA PUERTA


Ni cien hombres juntos habría podido mover la losa que obturaba la entrada de la caverna. Aproximadamente cuatro metros cuadrados de espesor impedían el paso al interior de la guarida del Abismo.
El profesor Otto Lidenbrock aguardaba impacientemente la llegada de Martin Hesselius, que estaba acumulando muchas horas de retraso.
—Vaya hijoputa —refunfuñó Otto, cansado de la espera—. Me ha plantado en el altar, como quien dice.
Una pared de apariencia interminable se levantaba ante él. La superficie presentaba una serie de regularidades casi religiosas; varios agujeros de pequeñas dimensiones se abrían en lugares estratégicos; las grietas formaban inquietantes dibujos, y en algunos puntos, hierbas crecían en contra de la ley de la gravedad. El paisaje que rodeaba a Lidenbrock se presentaba de manera ténebre; el antiguo bosque, de tonos ocres y naturaleza muerta, terminaba a pies de lejanos picachos escarpados, poblados otrora por seres más viejos que la misma humanidad, los gigantes que describiera Avicena o los seres porcinos de Hodgson...
“No debí fiarme del viejo chocho. ¡Si nunca lo hubiera conocido...! Mas los Avernos me han enseñado mucho y sé que no he de temer a más criaturas nocturnas que las que oculta esta roca inamovible”.
Y haciendo acopio de valor, recordó la primera vez que habló con el médico-filósofo...


 
De cualquier modo, Lidenbrock volvió a la realidad. Su paciencia tenía un límite y dicha línea estaba siendo transgredida.
—¡Basta ya de esperar! —gritó al bosque, como si allí una multitud lo estuviera escuchando—. ¡Con o sin Hesselius, voy a intentar bajar al Submundo!
Y sin pensarlo dos veces, agitó las manos hacia derecha, izquierda y centro, y vociferó:
—¡Ábrete Sésamo!
La pesada losa se movió, arrastrándose hacia un lado, como una puerta corrediza. La automatización no sorprendió al profesor, que miraba impacientemente el traslado de varias toneladas de piedra.
Sin decir palabra se adentró más allá del umbral y evitó volver la cabeza. Parecía estar dejando atrás un mundo real y de esperanza.
La roca volvió, lentamente, a su posición original, y Otto Lidenbrock quedó sumido en la más oscura de las soledades.
En el interior, una cavernosa oquedad terrena, el mundo tembló bajo la lobreguez de algún tipo de edificio. El color negro se adueñaba de una enorme sala, donde los tiempos se daban cita. Y una voz resonó:

"¡No volváis a mirar atrás
en aqueste infernal mundo sin amos!
La vida nos resulta conquistar
mientras el genio termina siendo humano.
Remitía el dolor que sin igual
recogió mil cadáveres sin manos.
El Arte había muerto, ¡viva Dios,
Jesucristo, Satán y los cristianos!”

El profesor reconoció su propia voz, que provenía de algún lugar de aquel profundo agujero. No había explicación aparente para el fenómeno, pero se sintió bien al pensar que, en el fondo, no se encontraba solo. Su voz le hacía compañía.



 
(Enero de 1994)